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Gozo ejercitarme


Por muchos años tuve un tema con el ejercicio. Cuando era niña, en la primaria y la secundaria me escogían cada año para las competencias de atletismo. Era muy rápida, era la más veloz en la escuela y en donde vivía, ¡hasta a los niños les ganaba!, se decía en el edificio, jajaja. Pero... en mi casa no me quisieron llevar a los entrenamientos, por lo que... no competía.


Con el tiempo, sobre todo en la preparatoria, en algunas ocasiones fui a los Aerobics, tan de moda en los ochenta's. Pero no perduraba por cuestiones de dinero o de quien me llevara, fui muy sobreprotegida en casa.


De adulta joven, aunque me atraían los deportes y el ejercicio, lo veía muy lejano. No tenía el hábito, "ya no me interesaba", "no era para mi". Me hice a la idea de que yo sirvo más para las cosas intelectuales y académicas, más no para el deporte.


En el 2016 tuve una lesión en la zona lumbar de mi columna. Mis preguntas principales a todos los ortopedistas y especialistas en los huesos eran: ¿volveré a bailar? ¿podré volver a la bici?, aunque dejé de usar la bici mucho antes de la lesión. Esta lesión me hizo valorar muchas cosas de mi cuerpo. Me di cuenta que mi cadera me sostiene, no podía ni abrir una botella de agua, cualquier movimiento me dolía... Los ejercicios de fisioterapia que me mandaron en el servicio de salud ya me aburrían, así que comencé una búsqueda de estar bien de otra manera.


Me sumergí, en ese año, en la respiración del Ice Man, que me hizo muy bien. Continué con la respiración ovárica alquimia femenina, en la que estoy certificada, pero no podía mover mi pelvis, eso me llevó a explorar y experimentar otras formas de respiración, siguiendo mi intuición. Busqué y busqué hasta que encontré la psicocorporalidad y las danzas étnico-terapéuticas, me certifiqué en ambas técnicas, gracias a las cuales recuperé mucha movilidad. Seguí buscando porque ahora, lo que me llama es el ejercicio. Probé con una coach a la que primero abandoné y luego ella me abandonó. Y así hasta que descubrí otras formas de hacer ejercicio. Me encanta la novedad, me aburre entrar a un gym para hacer repeticiones infinitas de lo mismo, es de lo más aburrido que encuentro en la vida. Correr jamás me ha llamado. Soy de movimiento y desplazamiento. Estuve en natación pero las distancias hacían que el tiempo no me alcanzara para llegar puntual a trabajar...


El tiempo pasó y pensé que jamás haría ejercicio, menos a mis casi cincuenta años y con esta lesión que, si bien, está mucho mejor, de vez en cuando me da sorpresas de dolor.

Ahora, sé que puedo. Me siento capaz de fortalecer mi sistema musculo-esquelético sin aburrirme y sin lastimarme. Me doy cuenta de que no es cierto que la edad es incapacitante. Si se requiere más auatocuidado y autoamor. La edad me ha regalado mis hermosas canas y la posibilidad de reiniciarme en muchas cosas, ha potenciado mi creatividad, la profundidad en la comprensión de la vida y en mi sexualidad. La edad me da muchos regalos. Esta vez, me da el regalo de darme cuenta que muchos cuentos que me contaron acerca de la edad y la vejez, son parte de un choro cultural y un contexto espacio-temporal a los que ya no pertenezco y los que se pueden modificar. Las neurociencias me han contado que mi cerebro se puede seguir modelando, así mi cuerpo y mi postura ante la vida.


En este modelado de mi cerebro y de mi vida entera he elegido el Gozo como acompañante vital en cada experiencia que vivo, aunque esta sea dolorosa. Porque el Gozo, para mi, es un estado del Ser, casi sinónimo de Gratitud.


El día de hoy, me tomé esta foto mientras reflexionaba en el pasado, en el que no me gustaba nada de mi, ni mi cara ni mi cuerpo; primero porque era flaca y luego por el sobrepeso. También reflexionaba lo mucho que me encanto a mis 49 años, me gusta todo de mi. Y lo mejor de todo es que Gozo inmensamente mis clases de movilidad y flow.



¡Gracias VIDA! ¡Gracias GOZO!




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